Prólogo para "Del aire y la voz"

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Muy bien, poeta. ¡Adelante! Escribe, escribe, no te detengas. Eres la voz antigua de la tierra. El clamor revolucionario de la belleza se alza en tus adentros para derramarse impetuoso en un torrente hecho de versos. De la Belleza con mayúsculas —¡eh!—, de la que a veces acaricia y a veces araña, como el aire que es brisa y huracán y me llega a través de tu garganta en forma de susurro, de lamento, de latido y de canción, de sacudida, de espolón... me dejas el corazón crucificado con emociones de acero fino, como un acerico expuesto a tus alfileres certeros, a la rotundidad de tu amor. Porque hace falta mucho amor para mirar el mundo como tú lo miras y después contárnoslo como nos lo cuentas:

...La otra cara del mundo
es una bandera blanca
que pide clemencia,
una hoja blanca
de la historia que le robaron
en un jergón soslayo
sobre el que sueñan los vértigos del
infierno.
La otra cara del mundo
es un grito desgañitado que rompe nubes
en el ambiente telúrico de una gota de
nada...

Antonio Santos Torralba nace en Honrubia (Cuenca) un veinte de abril de hace veinticuatro años, es decir, el de 1980. Al menos eso es lo que indica su D.N.I., aunque él afirma saber de buena tinta que fue en el hospital Virgen de la Luz de Cuenca capital donde respiró con sus propios pulmones por primera vez. Sus diecisiete primeros años, no obstante, transcurrieron en Barcelona, ciudad a la que sus padres habían emigrado ya antes de que él naciera. Lo cierto es que cuando le pregunté de dónde era, su respuesta fue: “¿Que de dónde soy? No soy de Honrubia, no soy de Cuenca, no soy de Barcelona... ¿Ciudadano del mundo? Tampoco, no he visto lo suficiente. Soy charnego, eso es lo que soy. Ni catalán, ni castellano, ni nada. Charnego y a mucha honra. Esa es mi infancia, y la patria de un poeta es su infancia”. Nace hombre y nace poeta, porque no es poeta quien se entretiene en fragmentar las líneas en pedacitos de mayor o menor longitud, ni quien tiene peor o mejor tino a la hora de elegir las rimas, ni el avezado contador de sílabas, ni el que se rompe la sesera en busca de la más indescifrable de las metáforas.

...Tú y yo vivimos
el mundo sin piel. De ahí
nace la poesía...

Claro, poeta es quien llega a este mundo despellejado, como un caracol que ha perdido su concha y ha de vivir para siempre asomado, sintiendo todo cuanto le rodea —por dentro y por fuera— en carne viva. La poesía no es una condena, pero sí un destino ineludible. Es una casa sin paredes ni puertas a la que el poeta llega tiritando, para hacer de ella su atalaya y su trinchera. Torre de cristal y escaparate de emociones.

...Supongo que, mirado desde un punto de vista
objetivo,
soy un idiota soñador...
...Y la poesía no existe, la inventaste tú,
y es sólo una excusa
para que me mires a los ojos
del alma
cada vez que me lees...

Pues llámala como quieras, Antonio. Haz de ella tu profesión o tu coartada. Niégala. Maldícela. Pisotea los bolígrafos, inocula tres o cuatro virus diferentes en tu Word. Sabes que da igual. Sabes que solo su abrigo te protege del frío y del calor. Sabes que —sin tinta y sin papel— tu corazón marca en los silencios noctámbulos la cadencia desnuda y exacta. Sabes que ese ritmo es todo lo que tienes. Y te basta.


Ahora soy yo quien duda y se pregunta por qué narices se te ha tenido que ocurrir pedirme a mí que introduzca tu primer poemario con estos cuantos renglones sobre los que he escrito el epígrafe “Prólogo”. ¡Qué insensatez! ¿En qué cabeza cabe? Yo ni sé ni me atrevería a valorar la elegancia de tus rimas ni lo esforzado de tus sonetos, ni tan siquiera me propongo reseñar los elementos clave que utilizas para vertebrar tus versos. Lo único que yo sé es que desde aquel bendito día en que me topé con ellos en aquella página web, me siento un poco más esperanzada, porque si todavía quedan seres humanos con tu mirada y tu voz, a lo mejor León Felipe se equivocaba en su Oda rota y estemos todavía a tiempo de dar un salto grande y audaz y componer la más bella de las canciones. A lo mejor no sean éstos tan malos tiempos para la lírica después de todo.

...El mundo no necesita un poeta
ni un hombre,
ya tiene bastante
con abogados y políticos,
apenas animales,
que saben contar hasta cien...

Vale, lo que tú quieras. Pero el mundo necesita de ti para que sigas abriendo estrellas, cada noche si puede ser, como escotillas para tomar aire. El mundo necesita de ti porque han derrapado los escorpiones, porque hay sangre en los pupitres y las flores se mueren en los peajes, porque las uñas hacen surcos en la piel y las palomas se injertan en las cornisas por la huelga de operadores, porque los gatos crían sus camadas okupando los solares y las ruinas y huyendo del filo de los alquileres, porque para colmo no sabemos quién siembra nieblas en la luz ni adónde vuela en primavera un B-52, y encima en las cajetillas de tabaco no advierten de nada de esto.

Al cabo, me he descubierto. Supongo que mi función como prologuista debería de ser la de tomar de la mano a los posibles lectores y conducirlos al pie de tus versos con el espíritu adecuadamente predispuesto. En cambio, me he limitado a confesar mi propio interés sin ningún tipo de recato. Escribe, poeta, escribe, que nada te pare ni te venza, que no te detenga la alegría ni te paralice la pena. Cuéntanos, cuéntanoslo todo. Sorpréndenos con esos “trucos”(?) de magia que tú sabes, esos juegos malabares en los que con cuatro o cinco palabras nos resumes lo que llevábamos años sintiendo y no atinábamos a expresar. En justa correspondencia, nosotros seguiremos posando para ti. Y te leeremos y te releeremos, y recrearemos tus poemas desde nuestra propia alma hasta que dejen de ser sólo tuyos y sean de todos y de nadie. Y en nuestra soledad nos sentiremos acompañados y comprendidos, como tú en la tuya. Y, desde nuestra unicidad certera, entenderemos al fin el significado de la palabra ‘universal’. Que así sea.

(Prólogo de Pilar Benito para el hijo queridísimo de un poeta amigo. Un abrazo, Antonio.)





ECUACIÓN


Le he dado la vuelta al mundo,
la cama y la almohada.
He repasado calles, meses
y cuentas.
Y de nuevo
he borrado todo para empezar
de cero.

A ver,
a ti te he llamado
x. Sé que te gusta
más Sara, y que es mucho
más bonito Ariadna, pero x es nombre
de incógnita por antonomasia, y tú eres mujer
por definición.

Entonces, cuando los maniquís,
las escaleras de tu casa,
e incluso el humo de otros
cigarros te han reconocido
como x, me he puesto a tu lado
y me he llamado y. Sé que tampoco me pega,
pero suena más técnico y preciso
que llamarse Antonio,
y esto es una cosa muy seria.

Entre ambos, sumados,
restados, multiplicados, divididos
e imaginados:
tus bares, mis cervezas,
nuestros discos,
tus sonrisas, mis sueños,
nuestros libros,
tus quejas, mi aliento,
nuestra poesía,
tus fonemas, mis palabras,
nuestro destino.

Como decías que tenías dudas, siguiendo
los consejos de aquellos
maestros a los que no recuerdo
más que como un montón
de consejos,
he intentado aislar la x
para despejarla.
He pasado todo al otro lado
y lo he cambiado
de signo,
aunque hay cosas que no cambian
las pongas donde las pongas.
Propiedad conmutativa:
el orden de los corazones
no altera el amor.

El resultado era el mismo
de antes
de darle la vuelta
al mundo, la cama
y la almohada,
de repasar calles, meses
y cuentas,
de borrarlo todo para empezar
de cero
otra vez.

Después
de tirar el boli confundido
he cerrado los ojos, como tantos bares,
para ver la huella
de tu mirada
y el rastro que en ella deja el alma.

La cuenta está bien hecha.
repásala tú.


de Antonio Santos en Del aire y la voz


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